13 abril, 2020

Este pasado día 12 de abril se celebró el día de la Atención Primaria. Este año ha venido marcado por el estado de alarma debido a la pandemia provocada por el coronavirus, por lo que ha podido pasar algo desapercibido. No ocurre igual con el trabajo de miles de médicos de familia, que han atendido y atienden a sus pacientes tanto en lo físico como en lo psíquico, familiar y social. Según datos obtenidos por cada una de las sociedades federadas de semFYC, se estima que se han valorado en toda España unos 900.000 pacientes con cuadro clínico de Covid-19, y que no han sido derivados en su mayoría a los hospitales. Entre 3 y 4 pacientes han sido vistos por su médico de familia de forma diaria por sintomatología respiratoria, añadiendo a eso un total de unos 4 millones de llamadas telefónicas de seguimiento de estos pacientes. Lamentablemente no contamos con datos oficiales del trabajo realizado. Los diferentes comités creados para afrontar esta crisis sanitaria y social no han contado con los médicos que se encuentran a pie de calle, visitando a los pacientes en sus domicilios o manteniendo programas tan esenciales como la atención al embarazo o la vacunación.

Porque no sólo se han atendido casos relacionados con el coronavirus. Se ha estimado desde semFYC que en la semana del 23 al 27 de marzo se atendieron en toda España en torno a 867.000 consultas no relacionadas con síntomas respiratorios. Estimando que en Andalucía trabajan unos 4992 médicos de familia en 407 centros de salud y 1107 consultorios, estamos hablando de un trabajo ingente en Atención Primaria que permite un mejor funcionamiento del sistema sanitario. Porque las personas siguen estando afectadas por enfermedades,  tanto agudas como crónicas, cuya atención no es demorable en el tiempo. Estas tareas clínicas son inexistentes en otros países con tasas de enfermedad por Covid-19 similares a las nuestras y ocultan una tragedia paralela a la pandemia: un mal control de las enfermedades crónicas y de la patología no demorable que pone en riesgo a toda la población. No tiene sentido cerrar centros de salud, imitando a los sistemas sanitarios que no poseen una Atención Primaria fuerte y capaz de dar esta respuesta.

Los médicos de familia desempeñan un papel fundamental en esta crisis sanitaria, no como “filtro” o para evitar que los pacientes acudan al hospital, sino para gestionar de forma personalizada cada caso, realizar un seguimiento estrecho y valorar precozmente los síntomas y signos de alarma, incorporando el contacto telefónico de forma inmediata a la cartera de servicios como arma que garantiza la accesibilidad. Sin embargo, aún quedan acciones pendientes para permitir mayor autonomía y seguridad a los médicos de familia. El alto porcentaje de sanitarios contagiados y la ausencia de datos oficiales sobre las circunstancias del contagio, especialmente en el entorno extrahospitalario y particularmente en el personal de Atención Primaria, son preocupantes. Entre otras necesidades, se precisa la dotación de equipamiento de seguridad para los médicos de familia, en igual proporción que para el personal que trabaja en los hospitales, máxime pensando que la atención domiciliaria es en muchas ocasiones una exposición de alto riesgo (aunque en los protocolos oficiales aún no esté incluido). También es necesario que se cuente en los propios Centros de Salud con pruebas para identificar a los pacientes afectados y poder estudiar a los convivientes, sin tener que pedir autorización a terceras personas, sobre todo en los casos de residencias y centros donde conviven diferentes personas. Y por último, es necesario un reconocimiento desde la propia administración pública de esta labor. Porque la ciudadanía ya nos ofrece su reconocimiento en cada contacto sanitario.

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