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La longitudinalidad en la práctica médica rural: una experiencia de 35 años

López Hernanz A

Médico de Familia. Cañada Rosal (Sevilla)

Recibido el 11-02-2024; aceptado para publicación el 4-03-2024

El cuento de Franz Kafka, «El médico rural», publicado en 1920, ha perdurado en el tiempo como una obra que resuena en el corazón de quienes nos dedicamos a la medicina rural. La historia del médico anónimo, solitario y desdichado, que se siente aislado de la comunidad a la que atiende, difiere de mi experiencia personal en los últimos 35 años de ejercicio médico en Cañada Rosal, un pequeño pueblo de la campiña andaluza, cuyos habitantes son en su mayoría descendientes de colonos centroeuropeos.

Integración en la Comunidad

A diferencia del protagonista del cuento, mi familia y yo nos integrarnos en la comunidad como unos vecinos más desde el inicio de mi carrera, cuando decidimos a las pocas semanas de empezar a trabajar allí, mudarnos al pueblo. Aunque comparto con el médico de Kafka muchas experiencias y desafíos propios de la medicina rural, mi vínculo con la comunidad ha sido esencial para afrontar las angustias vitales y la alienación inherente a la vida en un entorno rural.

Desde que me integré en la comunidad, he compartido con mi familia las celebraciones, las alegrías, las inquietudes, las penas y las necesidades de sus habitantes. Me siento orgulloso de ser uno de los pocos médicos rurales que aún conviven con la misma comunidad a la que atienden, cuidando no solo de las personas de forma individual, sino también implicándome en la sociedad en la que vivo, al igual que hacían los antiguos médicos rurales de principios del siglo XX.

Para mí es fundamental vivir en el lugar donde ejerzo mi profesión, porque así he forjado un vínculo especial con mis pacientes que trasciende la relación médico-paciente y se trasmuta en la que denomino <médico-paciente-vecino>.

Además, la integración con la comunidad es fundamental para generar confianza y fortalecer este tipo de relación. Esta presencia constante en el vecindario me ha permitido establecer una reputación de confianza y compromiso con la salud de los pacientes.

Contexto de la Práctica Médica

El pueblo donde ejerzo y resido es Cañada Rosal, pertenece a la Zona Básica de Salud de La Luisiana, formada por cuatro consultorios y dos Puntos de Atención Continuada (PAC), separados por unos 20 Kilómetros de distancia entre ambos.

La población total de la zona básica de salud es de 15.140 habitantes, distribuida entre 4 núcleos poblacionales con diferente número de habitantes y un área geográfica global de 219 km², contando Cañada Rosal con 3379 habitantes.

Actualmente tengo un cupo asignado de alrededor de 1040 pacientes, trabajo en horario de mañana de 8 a 15 horas y hago una jornada laboral y/o guardia de 24 horas cada seis días, con un día de descanso tras ella incluidos sábados que descanso los lunes, aunque esto ha variado a lo largo de los años.

La variabilidad en la atención primaria es grande, también la atención sanitaria rural es diferente de unos pueblos a otros. En mi caso tengo sobrecarga laboral cuando me acumulan pacientes de otros cupos porque falte algún compañero, lo cual es frecuente. En circunstancias normales no, ya que tengo un cupo reducido de pacientes por debajo de la media, solo tengo que correr en la consulta los días que debo hacer guardia en el pueblo vecino y debo estar allí cuando termino mi consulta para entrar a una hora puntual, debiendo realizar una poco saludable y no recomendable jornada laboral de 24 horas seguidas cada 6 días.

Ejercicio profesional elegido

Ser médico de familia es una labor gratificante, pues contribuyo a que los demás recuperen la salud y eso me llena de satisfacción, pero también es una labor exigente y a veces tengo que afrontar el sufrimiento ajeno que puede afectar a mi propio bienestar, por eso procuro mantener una distancia prudente y cuidar de mi forma física y mental.

Mi familia, especialmente mi pareja Lola, es el pilar fundamental que me ayuda a lograr ese equilibrio psicológico.

Hace tiempo que decidí no estresarme por imponer las normas a los demás o a mí mismo, si tengo que elegir entre el paciente y otras circunstancias que rodean la atención médica en la sanidad pública, protocolo o guía, norma, etc. siempre opto por el paciente de una manera razonada y con sentido común y no me cuesta decir <no> cuando es necesario y racional.

También opté por ir al trabajo en bicicleta, pues el entorno donde vivo me lo facilita, eso hace que pueda liberar las tensiones acumuladas con un simple golpe de pedal al ir a un aviso a domicilio que surja. Durante mi jornada laboral me traslado al trabajo y a los domicilios de los pacientes en ella, en la que transporto el maletín o cabás médico. La bicicleta es un complemento ideal de locomoción para un médico de pueblo por su eficiencia, por respetar el medio ambiente, ser económica y cardiosaludable y me ayuda a mantener la forma física.

Además, con ese simple gesto hago promoción ecológica de la salud y como médico de una comunidad intento proyectar una imagen saludable.

En mi maletín llevo todo lo que puedo necesitar para atender a un paciente de cualquier patología en primera instancia en el domicilio o en la calle, pero sobre todo llevo la confianza y asertividad que otorga el maletín como símbolo de la medicina.

Los avisos y visitas domiciliarias son una parte muy importante de mi trabajo, suelo hacer una media diaria de 3-5 visitas domiciliarias a los pacientes que lo requieren. Esto nos distingue de las demás especialidades médicas y nos permite un acceso único a su vida, permitiendo explorar la dimensión biopsicosocial de la salud más profundamente y posibilitando hacer diagnósticos más allá de lo meramente físico.

Atención Integral y Personalizada

Presto una atención integral, no dispensarizada y centrada en el paciente, de todas las actividades y programas que se ofertan o precisan los pacientes que tengo asignados, para conseguirlo realizo bastantes horas lectivas al año en las que me formo en distintas técnicas y programas, para realizar tareas en algunas de las siguientes áreas: cirugía menor, urgencias, y todas las áreas clínicas que atendemos, RCP avanzada, ECG, ecografías, infiltraciones, tutorización de residentes o investigación. A la vez que he adoptado un PLE (Personal Learning Environment) del que me nutro para estar actualizado científicamente sin gastar excesivas horas en ello, de esta forma puedo tener tiempo libre compartiéndolo con mi familia y amigos, a la vez que realizar las actividades de ocio, recreo y esparcimiento, incluido el descanso.

También dedico horas fuera del trabajo remunerado a la actividad comunitaria, porque me interesa que la comunidad en la que vivo y con la que me relaciono se sienta lo más sana posible, ya que una comunidad saludable contribuye a mejorar la salud de mi familia y la mía.

La Longitudinalidad en la Atención Médica Rural

En febrero de este año 2024, son ya 35 años de prestación de mis servicios como médico a la misma población de forma continuada, a esto hay que añadir otros 14 meses que lo hice de forma intermitente. No voy a ocultar que en estos 35 años he pasado por momentos difíciles y hasta he llegado a pensar en algún momento de si sufría de burnout, pero la gratificación de ayudar a otros a recuperar su salud ha superado las adversidades.

Lo notable de esta relación médico-paciente es que también se transformó en una relación médico-comunidad o en una relación médico-paciente-vecino.

Uno de los aspectos más destacados de esta atención médica es la experiencia adquirida a lo largo del tiempo en el manejo y tratamiento de una comunidad estable. He establecido una relación cercana y duradera con mis pacientes, lo que me permite conocer su historial médico completo, además comprender su contexto socioeconómico y cultural.

Esta relación mantenida en el tiempo de forma integral es lo que se ha dado en llamar longitudinalidad, que es una relación estable y mantenida en el tiempo entre el médico y sus pacientes y que emerge como un componente crucial en la práctica médica rural. La atención longitudinal resulta decisiva para una detección temprana de enfermedades, el seguimiento de tratamientos y la promoción de estilos de vida saludables, además de ofrecer una atención personalizada a cada uno de mis pacientes.

Durante todos estos años he desarrollado otra característica propia de la medicina de familia, la pluripotencialidad, que me permite enfrentarme a una amplia gama de situaciones médicas, adaptándome a la versatilidad y por tanto preparado para atender una gran variedad de enfermedades, durante todas las etapas de la vida tanto en la asistencia sanitaria normal como en urgencias y tanto en el consultorio como en la vía pública, así como en las visitas a los domicilios, convirtiéndose en una habilidad invaluable.

La Medicina Rural como Estilo de Vida

El compromiso con la comunidad va más allá de las simples relaciones laborales, forjando una conexión especial que perdura a lo largo del tiempo.

Todo esto determina mi forma de vida: “soy yo y mis circunstancias” como decía el filósofo y pensador Ortega y Gasset.

La medicina rural que practico es algo más que una profesión, es un estilo de vida, es un conocimiento de primera mano de la zona donde trabajo, del día a día de los vecinos, de sus historias, de sus alegrías y sus penas. Es un compromiso con la comunidad y con las personas más allá de la relación laboral del médico que atiende un cupo de pacientes, es una relación especial que da la relación estrecha con los pacientes que son vecinos, convirtiéndose muchos en amigos, llegando a ser familia algunos.

La medicina rural que practico, por tanto, lejos de ser simplemente una profesión, es una forma peculiar de ejercer la medicina, marcada por la cercanía, la longitudinalidad y la integralidad de la atención en una comunidad pequeña de forma estable.

Conclusiones

Hay que resaltar la ambigüedad en la definición de la medicina rural, pero subrayando su importancia y unicidad. Aunque comparte similitudes con la medicina de familia, la medicina rural afronta retos específicos, como la diversidad de patologías, la escasez de recursos y el aislamiento geográfico. El médico rural debe ser un profesional competente, capaz de abordar una amplia gama de patologías en cualquier lugar y edad, con una posición privilegiada para establecer estrategias diagnósticas.

La medicina rural es, sin duda, la medicina de siempre, la que abarca todas las edades y patologías y la mejor tecnología que se puede aplicar en las zonas rurales porque en ella se conoce a la gente y a la comunidad donde vive y es por tanto una medicina personalizada y centrada en las personas.

Los que la ejercemos tenemos la responsabilidad transmitir nuestra pasión por ella, destacando que la medicina rural es la auténtica medicina, el refugio del origen de esta, la romántica, la filantrópica y la que conserva con firmeza los principios básicos de la medicina de familia. Cuando la ejerces pones en juego tus habilidades y limitaciones como médico, valoras al equipo del que formas parte junto a otras profesiones, e intentas dar de ti lo mejor como médico, aunque debes saber manejar bien la incertidumbre en la que nos movemos para no sucumbir ante ella en el trabajo.

La medicina rural y, por ende, los médicos rurales suelen ser polifacéticos y con capacidad de dar una respuesta adecuada a la mayoría de las demandas que solicita su paciente, estos suelen mostrar gran agradecimiento por la gran implicación profesional y por tanto suelen estar, en mi opinión, un mayor tiempo felices. La medicina rural es una profesión desafiante pero gratificante, que requiere habilidades diversas y ofrece una atención integral y personalizada.

En última instancia, transmitir la pasión por la medicina rural a los jóvenes médicos se convierte en una responsabilidad y por eso, desde la tribuna que me ofrece esta revista animo a los jóvenes médicos a considerar la medicina rural como una opción viable y enriquecedora, asegurando que es posible encontrar satisfacción tanto personal como profesional en los entornos únicos de los pueblos de nuestra geografía.